Economía

Slowflation: ¡La perversa premisa del BCE!

Medidas BCE
Símbolo del BCE.

“Los europeos están obsesionados con los ajustes y los recortes, pero deberían pensar en el crecimiento económico”. Nouriel Roubini

Cada vez soy más consciente de que este siglo XXI debería regalarnos el fin del victimismo. Al fin y al cabo, quien quiere encontrará un medio, y quien no, una excusa. Hoy en día la principal fuente de riqueza ya no es el capital, es el talento, y de ahí que digan que la esclavitud no se ha abolido; se ha puesto en nómina. Sé tú el cambio que quieras ver en este mundo, porque a mi parecer la responsabilidad está tan maltratada en esta sociedad que la gente lo confunde con culpabilidad. Ser un ignorante en los tiempos que corren es absolutamente una elección personal, y dicho todo lo cual, del desastre actual sólo vamos a culpar a unos pocos, ¿me acompañan?

La invasión de Ucrania, ésta que algunos quieren ver de manera catastrófica denominándola Tercera Guerra Mundial, nos ha devuelto el recuerdo a la barbarie vivida por la sociedad europea durante la primera mitad del siglo pasado. ¿Cómo? En forma de dos guerras mundiales, algo que es fundamental recordar que sucedió hace menos de 100 años… Siempre me he expresado en pro de mi europeísmo bajo el dogma impuesto en forma de euro, como aquella victoria de la paz en contra de la guerra y que tras el Brexit algunos opinadores intelectuales nos permitimos recordar. Pero si bien es cierto que defiendo el proyecto común europeo en su origen, lo evidente es que no lo puedo hacer bajo cualquier pretexto.

En mi opinión, el proyecto de la Unión Europea durante este siglo XXI lo podríamos definir como un enorme y rotundo fracaso si tenemos en consideración que el principal instigador del mismo, el Reino Unido, nos ha abandonado, y mi amada diplomacia a través de sus diferentes instituciones ha fallado al calor de la guerra de Ucrania, dejando un nuevo marco de relaciones diplomáticas de este mundo para con Rusia. Aquí entra en juego la UE y la OTAN como centros de discusión y ello me deja sin duda dos preguntas; ¿Es la disuasión la mejor forma de mantener una relación diplomática?; ¿Es posible apuntalar una economía a través de la burocracia?

Si realizamos un ejercicio retrospectivo, considero que la respuesta salta a la vista, ¿no les parece? Puesto que la primera crisis que ha atormentado a nuestra generación fue en 2009 y lo cierto es que no creo poder mirar con orgullo la edificación de una Europa que ha reaccionado a su primer gran reto común bajo la crisis de los PIGS (2010-2012), la quiebra de Grecia (2015), el Brexit (2016) y la guerra de Ucrania (2022), de un modo tal. Es fácil adivinar que Europa se ha mostrado excesivamente lenta en decidir y más en ejecutar, encorsetada por las diferentes mentalidades que componen este continente y especialmente por las trencillas que cada nación defiende en pro de lo local, que no de lo general.

Y es que el espíritu nacional de Europa es inexistente señores, y esto es algo elemental para construir un futuro de éxito. A medias tintas no edificaremos absolutamente nada y la falta de un liderazgo inspirador que convenza a las masas de las bondades de Europa, es sin duda la semilla del propio fracaso. Europa necesita flexibilidad, determinación y normas fiscales liberales comunes que provengan de un mandato electoral del pueblo, más que del selecto club de élites que se ha forjado bajo una muy dudosa democracia. Dicho esto, ¿quién elige el presidente de la Unión?

¡Las élites! Europa necesita de manera urgente hacer autocrítica para contextualizar su presente y cambiar su futuro, algo muy complicado si tenemos en consideración que parte de su éxito radica actualmente en que las autoridades vigentes entiendan su quiebra, y hagan de la generosidad virtud para eliminar su propia cuota de poder en pro de una mayor libertad y de una democracia más digna de su propia constitución.

A todo ello las elecciones de Francia suponen con claridad un nuevo reto para nuestra constitución Europea, puesto que el auge de los partidarios de Le Pen podrían dejar la duda abierta en segunda ronda respecto de la continuidad del statu quo de Mr. Macron. Sin duda, la moderación del antieuropeísmo de Le Pen podría ser un alivio para el euro y los activos de financiación de Europa. Pero la base ideológica de la extrema derecha francesa creo que podría tumbar el euro hacia sus mínimos de 2016 y apuntillar el clímax alcista de la prima de riesgo hacia un nuevo reto monetario para el BCE acerca de si su perversa mal llamada slowflation es verdaderamente el riesgo que hay que demonizar, al calor de unas decisiones en materia de política monetaria que sin duda marcarán el futuro a corto plazo de las principales bolsas de Europa.

Como decía el siempre polémico y catastrofista Roubini; Europa debería centrarse más en pensar en crecimiento que en ajustes, recortes e intervencionismo barato que no suponen más que una losa hacia el crecimiento que se le presupone a una economía común, que la UE ha convertido en el motor del intervencionismo liberal del mundo en vez de abanderar el origen clásico de mis amados austríacos. Y qué más quieren que les diga… ¿Francamente? Viendo el tono gris de la señora Lagarde respecto de una inflación que lejos de ser transitoria y persistente, destaca sobremanera por encontrarse en su umbral máximo este siglo XXI… Nos brinda ahora un nuevo paradigma; el de una perversa slowflation encuadrada en un falso pretexto de frágil crecimiento inflacionario del que tratan de convencernos para ocultar la cruda realidad que se nos viene encima señores.

Y es que Europa, ya no solamente se ha convertido en una economía lenta, intervenida y excesivamente regulada, sino que ahora abandera una grieta estructural energética que únicamente podrá corregirse mediante una iniciativa privada que deberá saber sobreponerse al negacionismo evidente de esta estirpe política capaz de transitar persistentemente hacia la metáfora de una slowflation convertida en la estanflación más jorobadamente salvaje de los últimos 100 años. Toda una joyita en forma de legado del que si somos capaces de reflexionar, difícilmente nos llevará a ninguna parte. En resumen, Europeístas sí, pero no a cualquier precio.

Gisela Turazzini, Blackbird Bank Owner Founder CEO.

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